Corría el año de 1997, Álvaro Núñez Solís, joven mexicano becado para estudiar durante el séptimo semestre de la carrera en la Universidad de Wisconsin, E.U., recorría todos los días el vecindario de la ciudad para regresar a su apartamento, por lo cual, pudo observar al poco tiempo que los habitantes depositaban en los contenedores de basura: videocaseteras, grabadoras, televisiones y demás artefactos de electrónica y electrodomésticos.